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Las mujeres necesitamos comprender la nueva perspectiva de género para transmitirla a las nuevas generaciones de hombres y mujeres. |
Hoy nos ocupa el alto
porcentaje de feminicidios en Colombia, y en especial el departamento del
Atlántico, por el registro permanente de los medios de comunicación hacia este
fenómeno deprimente y doloroso. Y nos asalta el interrogante, por qué? Cuál es
la razón para llegar a un a esta máxima expresión de violencia y sin piedad que
se da solo por el hecho de ser mujer? Quiénes deben intervenir o actuar para
que dar vuelta de hoja a una realidad que va en ascenso?
Si la violencia y
crimen hacia el género femenino se debe a la condición de ser mujer. Cuál es la
percepción que tenemos de la mujer en el hogar, en la sociedad? Cuál es su rol
y cómo lo cumple? Qué contexto rodea la condición femenina para que tenga un
sano crecimiento y desarrollo? Cuál es la razón para los golpes, la humillación
y los gritos? Cómo detectar tras un entorno ideal de familia o pareja, la
violencia sicológica traducida en censura, prohibiciones y anulación?

Si la cultura según
los investigadores de género nos condena, qué hacer? Hay un compromiso desde
las organizaciones de la sociedad civil y desde hace un buen tiempo desde el
Gobierno con las iniciativas de programas y consejerías dedicadas al tema de
género y la perspectiva desde la que se debe abordar. El empoderamiento y
autoestima de la mujer debe ser prioridad para que aprenda a valorarse y actuar
con amor propio en cada circunstancia.
Sin embargo, la fuerte influencia de la cultura hace que con desdén y
discriminación esta preocupación sea solo de mujeres. Y no salimos del ciclo.
Tenemos una historia
que compartir y comprender. Las mujeres desde hace más de 50 años han luchado
por la visibilización y reconocimiento a través de los derechos como
ciudadanas, la formación y el trabajo. Eso nos ha llevado al cumplimiento de un
doble rol que ha marcado un camino sobrecargado emocional y físicamente para
las mujeres, una sensación de rebeldía permanente ante la angustiosa etapa
corta de lactancia, el cuidado de los hijos e hijas, la necesidad de un ingreso
adicional en el hogar, hogares separados, esposos reacios a entender que es
demasiado la carga del hogar y el trabajo. Adicional al “chip” que le
inculcamos a nuestras hijas e hijos cuando les decimos: “no se dejen!”,
“ustedes tienen derecho!”, “si te maltrata, sepárate que te apoyamos!”, “por
mujeres como tu, hay hombres así!”.
Todos y todas en esta
sociedad tenemos un rol que entender y comprender. No es una obligación solamente
del Estado atender la crisis a la que hemos llegado por la falta de manejo del
tema de género, es una obligación nuestra desde casa y el hogar, identificar si
estamos cumpliendo nuestro rol con amor, si somos capaces de sentarnos a
dialogar con amor y sin censuras, si nos sentimos dueñas y dueños de nuestra
felicidad. Existen pequeñas acciones que no identificamos como invasoras y muy
significativas para la valoración, respeto y amor por nosotras mismas. Los
cambios culturales no son sencillos ni rápidos y nos toca asumirlos con
responsabilidad, nada justifica una acción violenta física y evidente, como tampoco
aquella imperceptible con actos de censura sicológica.
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