Cada día, 11 mujeres en América Latina y el Caribe son asesinadas simplemente por ser mujeres. Esta escalofriante estadística, basada en los datos más recientes de 2023, revela una realidad brutal que no se limita a cifras: detrás de cada número hay una vida truncada, una familia destrozada y una sociedad que falla sistemáticamente a sus mujeres.
El feminicidio, como expresión más extrema de la violencia de género, no es solo un problema individual o privado. Es un problema político, estructural y cultural que exige una respuesta urgente y contundente de todos los sectores de la sociedad. En este artículo, exploramos las raíces del problema, los vacíos existentes y las acciones que necesitamos emprender para erradicar esta pandemia en la sombra.La realidad del feminicidio: Más allá de las cifras
En 2023, al menos 3.897 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 27 países y territorios de la región. Esto no es un accidente ni una anomalía; es el resultado de sociedades profundamente patriarcales donde la violencia de género está normalizada.
Por ejemplo:
- Honduras tiene una de las tasas más altas de feminicidio, con 7,2 casos por cada 100.000 mujeres.
- En el Caribe, países como Jamaica reportaron 13 feminicidios en 2023, y aunque las cifras pueden parecer bajas en comparación con América Latina, reflejan un problema igualmente alarmante en términos de población y contexto cultural.
Pero el feminicidio no es solo un acto final de violencia. Es el desenlace de un ciclo de abusos y opresiones que a menudo comienza en casa, en las relaciones de pareja, y se perpetúa por la indiferencia o incapacidad de las instituciones.
¿Quiénes son las víctimas?
Las mujeres asesinadas por razones de género no son números en un informe; son personas con historias, sueños y comunidades que lloran su pérdida.
- El 75% de las víctimas tenían entre 15 y 59 años, mostrando que la violencia de género afecta principalmente a mujeres en sus años más productivos.
- Un 10% eran mayores de 60 años, recordándonos que la violencia no termina con la edad.
- Niñas menores de 15 años también son víctimas: el 3% de los feminicidios reportados las afectaron directamente, exponiendo un patrón devastador de abuso desde edades tempranas.
Además, los feminicidios generan víctimas indirectas: hijos, hijas y familiares que quedan desamparados. En 2023, 488 personas dependientes de las víctimas enfrentaron las consecuencias emocionales, económicas y sociales de estos crímenes, sin que la mayoría de los países cuenten con políticas adecuadas de reparación para ellas.
El rol de las parejas y exparejas: El peligro en casa
En más del 60% de los feminicidios registrados en América Latina y el Caribe, el perpetrador fue la pareja o expareja de la víctima. Esto nos enfrenta a una verdad inquietante: para muchas mujeres, el lugar donde deberían sentirse más seguras es también donde corren mayor riesgo.
En Puerto Rico, por ejemplo, el 100% de los feminicidios en 2023 fueron cometidos por parejas o exparejas. Esta tendencia es consistente en países como Paraguay, Cuba y Uruguay, donde la vinculación entre la víctima y el agresor supera el 70%.
Este dato subraya la urgencia de transformar las dinámicas de género dentro de las relaciones y de garantizar que las mujeres puedan salir de situaciones de violencia antes de que sea demasiado tarde.
La falta de respuesta institucional: Una traición a las mujeres
A pesar de las leyes y protocolos existentes, las instituciones a menudo no logran proteger a las mujeres. En países como Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay, entre el 22% y el 35% de los feminicidios reportados ocurrieron a pesar de que ya existían denuncias previas o medidas cautelares contra el agresor.
Esto demuestra que los sistemas de justicia no solo son ineficaces, sino que a menudo agravan la vulnerabilidad de las víctimas al no tomar medidas adecuadas para protegerlas.
Además, la desconfianza en las instituciones es generalizada. Solo entre un 20% y un 30% de las mujeres que viven violencia de género acceden a los servicios estatales diseñados para apoyarlas. Las razones incluyen el miedo a la revictimización, la falta de respuesta efectiva y la percepción de que la denuncia no cambiará su situación.
La violencia feminicida: Un reflejo de desigualdades estructurales
El feminicidio no ocurre en el vacío. Es el resultado de un sistema que perpetúa la desigualdad de género a través de la educación, los medios de comunicación, las normas culturales y las políticas públicas.
Las niñas y adolescentes están especialmente expuestas: 1 de cada 5 niñas en la región es víctima de matrimonios o uniones infantiles forzadas. Este tipo de prácticas no solo limita sus oportunidades, sino que las coloca en situaciones de riesgo extremo.
Lo que se ha hecho y lo que falta por hacer
Si bien América Latina y el Caribe han avanzado en términos de legislación, la realidad muestra que las leyes por sí solas no son suficientes. Algunos países han implementado medidas de reparación para los familiares de las víctimas, pero estas son excepciones y no la regla.
La CEPAL insta a los gobiernos a mejorar sus sistemas de registro, aumentar los presupuestos destinados a la prevención y garantizar que las instituciones respondan de manera efectiva. Sin embargo, el cambio no puede depender únicamente de los Estados.
Acciones para erradicar el feminicidio
La lucha contra el feminicidio requiere un esfuerzo colectivo que aborde tanto las raíces como las consecuencias de la violencia de género. Algunas acciones clave incluyen:
- Fortalecer la educación con perspectiva de género: Es esencial enseñar desde edades tempranas el respeto y la igualdad entre géneros para prevenir comportamientos violentos.
- Invertir en prevención: Los gobiernos deben priorizar programas que identifiquen y reduzcan los riesgos de violencia, especialmente en relaciones de pareja.
- Mejorar la respuesta institucional: Las denuncias deben ser atendidas con celeridad y eficacia, y las víctimas deben recibir apoyo integral para salir del ciclo de violencia.
- Garantizar justicia y reparación: Es fundamental sancionar a los perpetradores y apoyar a las familias afectadas para reconstruir sus vidas.
- Movilización social: La sociedad civil tiene un rol crucial al exigir rendición de cuentas a las autoridades y promover un cambio cultural que rechace la violencia de género.
El feminicidio es un crimen que refleja las desigualdades más profundas de nuestra sociedad. No es un problema de mujeres; es un problema de toda la humanidad.
Como sociedad, es un deber rechazar cualquier forma de violencia de género y comprometernos a construir un futuro donde ninguna mujer sea asesinada por su género. Este no es un llamado a la esperanza; es un llamado a la acción. No podemos esperar. Las vidas de miles de mujeres en Latinoamérica y el Caribe, sin fronteras, dependen de ello.
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